Abrigué cada penuria que me confiabas,
y en mis entrañas te ganaste un buen lugar.
Conocí cada rincón de aquella alma
que se distingue por su eterna inmensidad.
Sin quererlo y de rebote, nos encontramos
incendiándonos y dando luz a aquel placer
que transmutó un Martes opaco, por barnizarlo
de un delirio extremo que se activa en un sommier.
El amor fue tan bien hecho, que infinitas
son las gracias que nos concederá.
Desnudé, por fin, al ángel que erotiza
con caricias de la más bella suavidad.
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