Sonreís, y un berretín universal
de momentos placenteros se presenta.
Desearía que pudiera perpetuar
el instante en que tus dientes se me ostentan.
Bebo el whisky de tu lengua y ahí nomás,
con el alma copeteada te sostengo.
Vaya a ser que en un segundo de ebriedad
me secuestren los agentes del infierno.
Me someto así a tu entrega,
me rescata, me enloquece y me sosiega.
Ya no somos dos ahora...
Se fundieron nuestros fuegos en tu alcoba.
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